Revista Imago: «como testigos de la luz»
Imago, revista perteneciente a la Diócesis de Ciego de Ávila, se fundó en esta ciudad en 1996, con el lema «como testigos de la luz», en momentos que la máxima oscuridad era notoria, no solamente por alusión a la ausencia de esperanzas o valores humanos, pues la falta de energía eléctrica del «Periodo Especial» tenía a Cuba sumida en largos apagones. Ese mismo año, en noviembre, asistimos a la creación de la Unión Católica de Prensa de Cuba, en un encuentro nacional celebrado en Camagüey. El ambiente era de preparación para la visita de Juan Pablo II que se concretaría en 1998.
Desde el título dado a nuestra publicación, inspirado en el pensamiento de José Lezama Lima, se manifestaba nuestra voluntad de hacer una revista con un énfasis estético. El primer número correspondió a los meses de octubre-diciembre de 1996. Un pequeño grupo de realizadores garantizábamos la publicación. Director: el historiador José Gabriel Quintas; Diseñador: Julio Antonio Fernández (Tonín); Asesor: el sacerdote Nelson Benítez; mientras los Redactores éramos dos jóvenes escritores: Ileana Álvarez y Francis Sánchez. Nos reuníamos casi todas las semanas en el obispado de Ciego de Ávila para preparar la salida de cada número.
Imago se imprimía cada tres meses en el obispado de Ciego de Ávila. Se distribuía, a partir de suscripciones, en las parroquias de esta provincia y el municipio de Jatibonico, no solo entre miembros de la comunidad católica, sino para todos los interesados.
Abrió el primer número de Imago con un Editorial programático («La nuestra es una aspiración ambiciosa que requiere la colaboración de todos los hermanos cristianos y todas aquellas personas de buena voluntad con deseos de promover el bien común y la cultura»), y un mensaje del obispo, Mario Mestril, sentando las bases del trabajo de la revista que pretendía ocuparse de algo más que la vida interna de la iglesia o temas religiosos: «Espero que Imago […] contribuya a estimular la comunicación entre las comunidades y a propiciar los valores espirituales, morales y culturales de todos. Nada es ajeno al Evangelio siempre que ayude a promover la dignidad de la persona humana».
Este número inicial incluyó, entre otros, el artículo «El milagro de las manos vacías», firmado por Ileana Álvarez y por mí, «reflexiones sobre la ética del comunicador cristiano» que subrayaban la necesidad de cambiar el sistema de valores imperante en la sociedad cubana donde los medios servían apenas para la propaganda oficial. Describíamos un nuevo contexto dado por la proliferación de publicaciones, no dependientes del gobierno: «siendo hoy mayores las penurias de nuestro pueblo, con las carencias materiales que obviamente afectan a la Iglesia cubana, se ha incrementado a un nivel sin precedentes la aparición de folletos, boletines, revistas o simples hojas sueltas…; y se ha logrado algo que parecía aún más difícil, la sistematicidad de la gran mayoría de estas publicaciones».
«Soledad sonora», sección dedicada a la literatura, se estrenó con una selección poética de Modesto San Gil, al que presenté haciendo un perfil biográfico.
Durantes esos años no existían otros referentes informativos y de opinión independientes que se gestaran dentro de Cuba, y mucho menos en la localidad. Por eso, la salida de Imago avivaba siempre la curiosidad de la población, entre expectativas y tensiones, porque abordábamos no pocos temas tabúes o desacostumbrados. Asuntos prioritarios de la economía, la política, la cultura y el deporte, no nos fueron ajenos. Que contáramos la historia «otra» de lugares, hechos y personalidades olvidadas, constituía también motivo de satisfacción para el público. Sin embargo, a veces lo que más revuelo causaba eran opiniones y puntos de vista que se oponían diametralmente a la ideología del poder. Entonces, nuestras ideas puestas en blanco y negro tomaban el máximo relieve de actualidad, aunque estuvieran diluidas en el fondo de una crónica, en unas pocas líneas de un editorial, o fuesen sólo un verso o una frase suelta.
Ileana y yo nos mantuvimos en el equipo de realización hasta el número 4 de 2002. Durante ese lapso asistimos a encuentros de la Unión Católica de Prensa de Cuba.
De la revista Imago se publicaron en total unos 55 números.