puerta al balcón
oigo a través de mi cuerpo el vacío cósmico.
mi cuerpo estalla al fondo. piedra al pozo.
por sobre la cabeza tiembla el árbol del caos
en un perfecto número. árbol de luces vivas.
he salido a la noche, a observar las estrellas
como un rey destronado que le habla a la corte
por última vez.
«me aguarda al final de la casa
una vida pequeña y gris como un alacrán».
deseché mosto agrio de la verdad sumisa.
en vez de hacer distancias, mal actor, he sufrido.
se corre el maquillaje, se deshiela heroísmo hereditario
entre provincia insulsa y agua falsa.
me he dejado inundar por mi dulce veneno.
soy todo lo feliz que un ser vivo puede ser.
pero no aplica uso ni cambio esta moneda.
pero no existe el circo, insondable teatro
donde mi hijo —su risa grande— llene la sombra.
bajo intermitencia de estrellas quizás muertas
espacio malabares, defiendo entre mis dedos
la gota de su risa:«¿cómo un día alcanzarla
aquí
sin que jamás
deje de desprenderse?»
ciudadela ostentosa da vueltas en el lecho
de la aurora latente, mientras se concentra en la superficie,
mientras se corrompe el agua de Heráclito
fija en una burbuja como mi corazón
—de nombre tan gastado por el uso.
a mis espaldas, dentro de la casa, se dobla
el silencioso árbol de las constelaciones.
En: Caja negra (Ediciones Unión, La Habana, 2006).