Plegaria a una foto de Martí entre las cañas
Vaga tu risa limpia por los cañaverales
con un sabor a fuego cribado en las raíces,
tu carcajada inmóvil crece en lo que no dices
y el hollín provinciano encabrita las sales
de mis labios cansados de asirse a tus breñales.
Si dejas de mirarme así, con esa herida
como el filo tan verde de la hoja, no es mi vida
este ojo de una cámara, ni soy más los pequeños
botones de tu traje, saltando, esos dos sueños
de la luz que se ríe negra y blanca, zurcida.
Sígueme conversando sobre el jugo tan fino
de las cañas quemadas, cómo el cielo es seglar
y cómo es la blasfema circunstancia del mar,
háblame bien, bien alto: ¿cuál otro corcel vino
después, mucho más blanco, y te alzó a tu destino?
No te muevas, Martí, o vas a desdecirme.
Nunca se apague el fiero verdor donde palpita
la seda negra de este silencio que en ti grita
profundas carcajadas, o empiezas a morirme.
En: Luces de la ausencia mía (Colección Arabuleila, Ayuntamiento de Armilla, Granada, España, 2001).