atlas
he aceptado mi cuerpo. máquina grasienta donde son descorazonados minuciosamente los plausibles gorriones. esas gaviotas tullidas que solo anuncian horizontes aplastados contra la tierra artificial del jardín. lo he dejado crecer. levantaba el piso. agrietaba sordamente las paredes.
adonde quiera que yo huía, solo marchaba delante suyo, presintiéndolo un poco. y al fondo de mi memoria, irradiaba por debajo de mí con la autosuficiencia de una colina para acoger el desfogue de dos ejércitos tras largas jornadas de ostracismo, niebla y rabia. sin darme cuenta, al caer la tarde reunía, arrancaba mis primeras armas en sus distantes pendientes abruptas.
salí afuera, y lo miré desde arriba.
es torpe como una carreta cargada de carbón. vendrán por él. pagarán sus jorobas y sus llagas con abismos talados y sonantes. y no tendré dónde esconderlo. no habrá una sola muerte en mi vida que parezca de su tamaño. ni una pérdida sola, ni una cruz vacía habrá, apuntalando el almidón de mis noches, que lo justifique.
En: Música de trasfondo (Poesía. Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, 2001).