Agente libre
Si no estás en el diezmo, ni en la alcancía y la obra,
será que vas a abrir el juego decisivo.
Si el país de tus dictados no es tu dictadura
ni aquel techado estadio donde dan palos a la soledad.
Si el incivil mamífero vuelve a escarbar la cueva
en el box echándonos a perder la temporada.
Si ofrecen asilo, árbol genealógico
y honda y exótica vista al mar desde sentina,
pero si escampa o arrecia en contra del sentido,
si la inspiración debe llenar gruesas planillas
con mugriento dialecto de inmigrante ilegal.
Suda la inspiración por ti, holgazán;
hace el trabajo sucio, mata a tu padre, enferma
y remata en mercado de mala muerte la infancia,
secreteres, boquillas, semen del hijo
y el padrastro que eres de Dios; friega platos y te halla
cadenita de oro inmóvil bajo la espuma,
sobre todo si sigue desgrasando y no te halla
en el fondo metálico.
Si ibas a un pelotazo de jugar en Grandes Ligas
cuando llaman a casa, cedes ágrafo al sueño.
Quedaban en red nuevas máquinas de perder
todo a más, mucho más de noventa o cien millas.
Cerveceros de Bukowski. Medias Blancas de Dickinson.
Poderosos listados de lo que no es tu nombre:
aplanadora esencia de un equipo enemigo.
Tomar cerveza, fornicar, no hacerle swing al ruiseñor
con independencia de Teócrito
y las dudas de Orfeo si ella lo que quiere es que la miren,
pero tomar despacio, más despacio el castigo;
si la oquedad destila municipales músicas
en acecho al tejón que no ama su fatiga.
No te detienen ocultas condiciones en que recibes
y dejarás el césped, la victoria a la mitad,
cuando otros, los mayores, han perdido las uñas
ansiosos de asir su ansia,
darle a la cueva un borde.
El dolor, la promesa de esta gran temporada
eres, lo ves: un párpado que espera lo toquen en el fondo
entre la grasa y la espuma.
En: Textos muertos (Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, Cuba, 2015).