Limpias cintas de video viejas
Limpias cintas de video viejas
y tratas de sacarles copias, pasarlas a un nuevo formato
mientras aún la tecnología en desuso
y la que está por venir acepten algún cable que las una.
Siempre lo has hecho. Así has llegado hasta aquí.
Alguien que no conoces debe saberlo todo
o por lo menos ver una línea de tu verdad
aunque se arrugue y parta.
Aunque no sepas quién.
Alguien. A lo mejor un hijo.
Parpadeas, borroso.
Y un día no estarás parado entre una entrada
y una salida, de sonido y de imagen.
“No lo reconoce”, tal vez un obrero se justifique
al otro lado del vidrio.
Y no tienes más ojos ni otras manos
para buscar por ti mismo —aunque escuchas
qué se enreda en la bobina desde ahora—,
hecho pedazos,
registrar la basura hasta encontrarlo,
una pestaña, una sonrisa, cualquier pedazo de aborto
que conectaba un color caído de la noche
vieja así, borracha, dormida en su vómito,
y la luz demasiado
nueva, autosuficiente.
En: Llamadme libertad (Neo Club Ediciones, Miami, USA, 2017).