música de trasfondo
no grites desde lejos, alejandra, vas a intentar sin querer un lazo con tus párpados, para levantar la aguja del disco.
nuestra huella de agua sobre la mesa está sobreviviendo al rostro. acércate desde adentro con toda la rabia de lo que no nos pertenece.
a esta hora vaciaré en el polvo de las cortinas mis carnes negras como cien pájaros volando, y tendrás que enseñarme una acequia entre las uñas de doble raíz. una perversa estrella de lata entre los cabellos sin peinar, así de fácil, algo por lo que valga la pena mentir, y buscar el fiel de una balanza en el silencio puro como vidrio molido.
si no se te ha rajado la mano al tomar las piedras de mis ojos, deja fluir esa música vegetal, vamos a girar en un solo paso hasta que se nos abra la vergüenza y podamos caer libremente en los contornos, un oscuro óxido a través del deseo, sin miedo a no tener qué ámbar rayar con nuestro dolor, qué explicaciones ponernos para salir del baño a la sala, al azúcar en el café, a las miradas de los perros, y yacer desahogadamente entre esos almohadones como aves domésticas.
deja que la aguja del silencio se deslice por la isla de nuestra lengua.
aparta tus ojos de tu mirada propia, atiende a esta navaja que gime y se enrosca entre tus pies fríos.
porque es un animal venido de este mundo, debes andar y decirles a todos que crees en los milagros por omisión. míralo. déjalo jugar con los restos de aquel velero, cómo respira a través de mis poros y mis manos vacías.
En: Música de trasfondo (Poesía. Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, Cuba, 2001).